El embarazo es una etapa de profundos cambios hormonales que también afectan la salud capilar. Durante estos meses, los niveles de estrógenos y progesterona aumentan significativamente, lo que prolonga la fase de crecimiento del cabello (anágena). Como resultado, muchas mujeres notan que su melena luce más fuerte, densa y saludable. En aquellas con alopecia androgénica femenina (FAGA), esta sobreestimulación hormonal puede generar una mejoría temporal en la densidad capilar.
Sin embargo, después del parto, la caída abrupta de los niveles hormonales provoca que un gran número de folículos pilosos entren en fase de reposo (telógena) simultáneamente. Este fenómeno es conocido como efluvio telógeno posparto y se manifiesta como una pérdida de cabello más intensa de lo habitual. Aunque esta situación es fisiológica y reversible, en mujeres con alopecia androgénica previa puede acentuarse, afectando la calidad y cantidad del cabello a largo plazo.
El efluvio telógeno posparto se debe principalmente al descenso de estrógenos, que deja sin estímulo de crecimiento a los folículos pilosos, provocando una caída masiva de cabello en pocos meses. Además, el aumento de la prolactina, hormona responsable de la producción de leche materna, inhibe el crecimiento capilar y prolonga la fase telógena. A esto se suma el impacto del estrés, la fatiga y posibles déficits nutricionales, factores que pueden agravar la caída del cabello en esta etapa.
Aunque la recuperación capilar suele producirse de forma espontánea entre los 6 y 12 meses posteriores al parto, en mujeres con predisposición genética a la alopecia androgénica, este proceso puede ser más lento o incompleto. Por ello, es fundamental conocer qué tratamientos capilares son seguros durante la lactancia para evitar una mayor pérdida capilar sin comprometer la salud del bebé.
Para aquellas mujeres que desean mantener su tratamiento capilar sin riesgos, existen opciones seguras y respaldadas científicamente. El minoxidil tópico y oral en dosis bajas es una de las principales alternativas para frenar la caída y estimular el crecimiento capilar. Su absorción sistémica es mínima tanto tópico como oral, lo que hace que el paso a la leche materna sea insignificante y no represente un riesgo para el bebé. La Academia Estadounidense de Pediatría lo considera compatible con la lactancia, aunque se recomienda esperar una semana después del parto antes de retomarlo para minimizar el paso de sustancias a la leche materna.
Otro tratamiento seguro es la espironolactona, un antiandrogénico utilizado en mujeres con signos de hiperandrogenismo, como el síndrome de ovario poliquístico. Aunque esta sustancia se excreta en la leche materna, las cantidades son insignificantes y no se han reportado efectos adversos en lactantes.
Además, los nutricosméticos formulados específicamente para el embarazo y la lactancia pueden ser una herramienta clave en la recuperación capilar.
Dentro de los tratamientos más efectivos y seguros en la lactancia, el Plasma Rico en Plaquetas (PRP) destaca como una opción innovadora y sin riesgos. Este procedimiento consiste en extraer una pequeña cantidad de sangre de la paciente, procesarla para concentrar sus plaquetas y factores de crecimiento, y aplicarla en el cuero cabelludo mediante microinyecciones. Estos factores estimulan la regeneración de los folículos pilosos, mejorando el grosor del cabello, reduciendo su caída y acelerando su recuperación.
El PRP es una excelente alternativa para mujeres en período de lactancia, ya que no implica el uso de fármacos ni sustancias sintéticas, lo que lo hace completamente seguro tanto para la madre como para el bebé. Además, ha demostrado ser efectivo en la alopecia androgénica y en la recuperación tras el efluvio telógeno posparto.
Por otro lado, existen ciertos tratamientos que deben evitarse durante la lactancia debido a sus posibles efectos adversos. Fármacos como la finasterida y la dutasterida, inhibidores de la 5α-reductasa, están contraindicados porque pueden afectar el desarrollo hormonal del bebé. La bicalutamida, otro antiandrogéno, también debe suspenderse durante esta etapa debido a su capacidad de pasar a la leche materna. En general, cualquier otro antiandrógeno sin suficiente evidencia sobre su seguridad debe evitarse hasta el final del período de lactancia.
Ante cualquier duda sobre qué tratamiento es el más adecuado, es fundamental consultar con un especialista en tricología. Un profesional podrá evaluar cada caso de manera individualizada, identificar posibles deficiencias nutricionales y recomendar un plan de recuperación capilar que sea seguro tanto para la madre como para el bebé.
La caída del cabello en el posparto puede ser un proceso angustiante, pero con el tratamiento adecuado es posible minimizar su impacto y favorecer una recuperación más rápida. Si bien muchas mujeres buscan soluciones rápidas para la caída del cabello, la mejor manera de cuidar la salud capilar sin comprometer la lactancia es optar por tratamientos respaldados científicamente.
Si notas que la pérdida de cabello persiste o empeora después del posparto, acudir a un especialista te permitirá acceder a un tratamiento seguro y eficaz, garantizando que tu cabello recupere su fuerza y densidad sin riesgos.
Bibliografía
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